viernes, 19 de junio de 2009

UN EXTRAÑO EN MI CAMA .Redefinición de las afasias y de otros desafíos al cerebro, al lenguaje y a la escuela.











Jairo Aníbal Moreno[3]
Sandra Isabel Jaramillo
[4]
“Había un extraño en mi cama que decía
Ser mi marido. Había extraños en mi casa
Que decían ser mis hijos. . Había extraños
De visita que decían ser mis amigos. Qué
Podía hacer? Cuál era mi lugar
Quienes eran mis familiares? "

Este texto está elaborado a partir de tres propósitos teóricos fundamentales: El primero, reconsiderar desde una perspectiva profundamente transdisciplinar, el “viejo” concepto de afasia, considerado aquí anacrónico, ambiguo y contradictorio. En su lugar, se propone el de Trastorno Neurodiscursivo (TND), de superior cobertura y pertinencia comunicativa; el segundo, proponer una tipología lingüístico-discursiva que de cuenta de la amplia gama de discursos que circulan en la comunicación regular y perturbada y el tercero, sensibilizar cognoscitivamente a educadores regulares y especiales, psicólogos, lingüistas y en general a profesionales de la palabra y el sentido, para que conciban las dificultades del lenguaje y la comunicación, como agresiones a la imaginación, al ensueño, a la ilusión, al símbolo y al discurso, vértices esenciales de la naturaleza humana.

El documento es un relato escrito en tono narrativo. Tiene una textura acentuadamente intimista. Se ha construido a partir (o mejor con el pretexto) de una historia real[5] publicada hace veinticinco años y trasladada años más tarde al cine. Novela y película narran lo sucedido a Beverly Slater, médica geriatra, profesora universitaria, quien por un accidente automovilístico pierde completamente su memoria y posibilidades comprensivas (la red semántica o conjunto de significados y sentidos), quedando en un mundo en donde todo le es extraño: familiares, sol, gato, ascensor, hija, Harold, esposo, cama, espejo, vacaciones, auto, hospital, escuela, amor, palabras, vida y en el que ella misma se percibe como extraña, extrañada y extranjera.
No era un día cualquiera. Ése, había sido acordado siete meses atrás como un día feliz. Estaba señalado con una equis premonitoria en todos los almanaques de la casa. Ese día a las seis de la mañana, saldría y salió con Harold a celebrar en una ciudad cercana y durante dos semanas, el décimo aniversario de su matrimonio.

Nueve celebraciones anteriores siempre postergadas. Ésta sí sería. Fue. Duró muy poco. A las 10 de la mañana estaba (eso escuchó varias veces) en el hospital. Un accidente automovilístico la dejó allí, La dejó así. Sola, en un mundo de ruidos extraños, en una comarca de viejos rostros sin historia.

“Desperté en un mundo brumoso y blanco. Mi cama
Estaba rodeada de desconocidos cuyos labios se
Movían y pronunciaban sonidos sin sentido” (Pág. 16)

Está despierta. Está rodeada y está sola. Se reencuentra con la vida pero no la tiene. Alrededor, todo es nuevo. Nada es comprendido. Los sonidos son ruidos estorbosos que poco o nada le sugieren. Tiene ahora circunstancias de vida dolorosas que le crean necesidades afectivas e intelectuales especiales. En medio de su dolor muchos se acercan. Todos esos desconocidos inician, despiadados, un interrogatorio insulso y fatigante.

Esa misma tarde, “Se practicó una tomografía computarizada de emergencia y ésta reveló una contusión cerebral en el lóbulo frontal derecho y posiblemente en el occipital izquierdo[6]”, reveló con naturalidad y un poco con indiferencia, la enfermera. Beverly, usted es como un recién nacido. No sabe, no distingue, no recuerda, no comprende nada. Es probable que permanezca mucho tiempo así, agregó luego.

Las palabras (así supo un año después que se llamaban) le causaban curiosidad: Mirarlas le gustaba, Harold se las mostraba todos los días. Con el tiempo empezó a distinguirlas, a saborearlas con apetito, a desnudarlas sin pudor. Encontró que se parecían a las personas: unas eran pequeñitas, mofletudas, repuesticas y a veces malolientes como docto, bobo, dogma, coco, caco, cuco, caca; otras, altas, flacuchentas, escuálidas y visiblemente inservibles, como pitillito,fistillifi,fifi, titi,tilin, uribitos.

Una lesión frontal derecha… Es probable que tenga problemas con la estructuración de los discursos no verbales: gestos, dibujos, juegos, emitidos con torpeza sintáctica, propuestos con escaso asomo de creatividad. También auguran los expertos que en Beverly serán evidentes imperfecciones e inadecuaciones de razonamiento, de buen juicio.

- No se preocupe siempre he sido desjuiciada- hubiera dicho mucho tiempo después del cataclismo.

Al tercer día, “La paciente fue devuelta a la unidad de terapia intensiva del departamento de neurología….la tomografía computarizada demostró que había cambios evidentes tanto en la zona parietal derecha del cerebro, como en ambas zonas frontales”. Estaba claro. Además del frente, la frente, lo frontal, territorio visiblemente destruido, Beverly tenía mortificaciones parietales. Lo primero, aminoraba su actividad motora, bloqueaba la iniciativa, castigaba la expresión, inmovilizaba el lenguaje interior[7], Limaba las cadencias entonacionales de su discurso. Lo segundo, el compromiso parietal, le impedía proezas espaciales finas. Comprender implica desplazarse, moverse con agilidad en un espacio mental colmado de significados y relaciones de sentido. Ésa, desplazarse mentalmente, comprender las señales de la vida, será ahora, una tarea complicada.

“Algo me había matado y, sin embargo, yo estaba con Vida. Pero estaba viva sin memoria ni nombre…
Estaba enterrada con vida, en un vacío”.

Enterrada , en un vacío, vaciada de sí. Des-memoriada, des-ocupada, des-conocida, des-protegida, des-truida- des-amparada, trágicamente des-concertada, un tanto des-pechada y definitivamente completamente des-graciada.

¿ Qué le pasa? Para descubrirlo, el equipo de especialistas, inicia la evaluación. Otra tanda de interrogatorios agobiantes:

"Beverly: estás despierta?
-Beverly: sabe usted quién es?
-Sabe usted dónde está?
Sabe quién es esta persona?
Reconoce lo que tengo en la mano? Asienta con la
Mano si lo sabe (Pág. 17)"

Qué tendrá en la mano?. ¿Qué se trae entre manos? No puede sospecharlo. Tampoco se cree que le importe. Como en la escuela, demasiadas preguntas inútiles. Nadie preguntando “las preguntas que uno sueña”. En todas partes, a toda hora, tantas instituciones, con un afán neurótico por los QUIENES, los CON QUIENES, los QUÉ, A QUÉ HORA, CÓMO, en qué renglón, quién lo dijo…Dónde está…, cuál es la idea principal. Los porqués, los para qués, siempre escondidos, nunca preguntados. Un mundo sin razones ni propósitos. Sólo juicios, culpables, pecados y castigos.

“Me resistía a mover la cabeza para complacer a
Aquellos estúpidos. De cualquier manera no podía
Hablar con todos aquellos tubos en la nariz y en la
Garganta. No sabía quién era toda aquella gente y no me importaba. Por consiguiente tampoco sabía quién era Yo. Ni me importaba. Por qué seguían importunándome? "
(Pág. 17)

¿Quien era ella? ¿Un puñado de huesos maltratados?, ¿un cerebro disperso?, ¿unos circuitos neuronales obstruidos? ¿Una mente de-mente? ¿Una demente des-palabrada?

Allí era eso. Nada más que eso: Un cuerpo des-trozado, sin alma, sin pasado y sin destino. Una paciente, la de “la 202”. Allá, al lado derecho, al fondo, frente al parque. Era una paciente, es decir una persona resignada, conforme, sufrida y además de visita en un mundo de cosas y palabras esquivas. En la historia clínica quedó sentenciado que
“La paciente es incapaz de identificar
Objetos, colores o formas mencionadas,
Con una precisión mayor que la atribuible
Al azar. Tiene serias dificultades para
Encontrar las palabras… las preguntas Sobre la biografía personal reciben
Respuestas incorrectas y poco precisas”.
Por el volumen de dudas sin resolver, fue necesario continuar el examen. Debe quedar dilucidado el estado real de sus facultades mentales y de sus realizaciones lingüísticas

Dónde vive?
-Cómo se llama esto?
-No sé.
-Sabe que hora es?
-Qué es hora?
_Sabe leer el reloj?
-Cómo? No entiendo lo que me dice.

No entiende, no comprende, no puede hablar. Sabe que tiene que decir algo, pero no tiene nada que decir; nada que contradecir. Como en la escuela… Cómo hace 28 años, cuando se alistaba para su primer cumpleaños, no habla. No sabe hablar.

“Pobres indios, no saben hablar. Por eso mucha
gente habla en su lugar”.

Con esas palabras recogidas del cancionero popular, saludaba hace 18 años, un editorialista de “El Tiempo”, la noticia de la designación de una mujer indígena latinoamericana para el Premio Nobel de la paz. Con esas palabras podemos también describir la verdad y el destino del denominado sujeto afásico: Un ser sin eco, dueño de un cuerpo dolido, lastimado e inquilino de palabras nunca dichas (¿des-dichas?).

El afásico[8], y dicen que ella lo era, es una persona –Más que cualquier otra- apresada en sus discursos imposibles. Es un individuo dividido, un ser con una brecha enorme entre lo decible y lo verdaderamente dicho; entre lo comprensible y lo verdaderamente comprendido. Es un humano descentrado de su historia para quien capitanear su propia nave se convierte desde el mismo momento de su accidente y del diagnóstico, en un propósito fundamental, pero probablemente arisco. Entonces, mucha gente habla en su lugar. Habla la maestra, lo hace el vecino, habla la familia, habla el terapeuta. Habla el texto, el manual de urbanidad, el código de policía, el catecismo y lo hacen también los dos o tres amigos sobrevivientes de la lástima y solidarios en la aflicción. Todos ellos hablan por él y lo hacen desde una fría situación de extrañamiento.

Sin palabras ni significados, se sentía un ser en proceso de extinción, una extraterrestre en un planeta demasiado terrestre. Ajena, expropiada, extinguida, exiliada en un cuerpo que tampoco respondía. Exterminada, excluida, extranjera. Todo era extraño, dolorosamente extraño.

Había un extraño en mi cama que decía
Ser mi marido. Había extraños en mi casa
Que decían ser mis hijos. . Había extraños
De visita que decían ser mis amigos. Qué
Podía hacer? Cuál era mi lugar? Quienes
Eran mis familiares? "

Un extraño en una cama extraña. Una cama extraña en una vida extraña. Ella misma, una desconocida dentro de sí misma. Un mundo colmado de cuerpos, de cosas, de hechos, de ruidos distantes y agresivos. Tal es el mundo de Beverly Slater y el de aquellos, quienes como ella, tienen el infortunio de padecer de lo que médicamente ha sido denominado de múltiples formas: Afonía rara (Romnel), Afemia (Broca), Asemia, Asimbolia, Alalia o Afasia como desde Trosseau (1.964) se conoce. Afasia, término que en un principio y por definición, no representa, sino desdibuja la dimensión de la tragedia.

Afasia: sin habla, como agrafia es sin grafía; acalculia, sin posibilidades para el cálculo, alexia, sin lectura, anemia, seguramente sin ánimo, afonía, sin voz, anartria, sin articulación. Beverly presentaba afasia, era evidente su “Pérdida o disminución de la capacidad de utilizar o entender el lenguaje” como se anunciaba en su historia clínica. Esa es la letra. Más trágica parece ser la vida. La pérdida del lenguaje, coloca la vida muy cerca de la agonía por tanto desencuentro y tan vecina de la muerte por tanta soledad.

En término AFASIA, encubre una verdad suprema: Lo que por ella se escabulle no es simplemente el habla[9]. No es únicamente la lengua, ese sistema gracioso de signos inventado diariamente por los hombres (hay quienes aseguran que fue por las mujeres) para fastidiar la vida a los demás. No es exclusivamente la comunicación que se agota por las dificultades de interpelar al otro, de hurgar en su palabra, de acceder a su punto de vista. Más que eso, lo que en el afásico huye, es desde el comienzo, el lenguaje[10]: aquella maquinita que procesa signos, ese juguete aún no industrializado que nos regaló la especie para que pudiéramos distinguirnos del resto de animales. A su vez, la ruptura del lenguaje origina en el afásico, un rompi- miento del discurso: sus alternativas de expresión y comunicación de afectos, sentimientos e intenciones.

Entonces, la pérdida o el daño de la máquina simbólica, termina en el quebranto y extravío, de la vida misma. Hombre y lenguaje, hombre y signo, lenguaje y discurso, vida y discurso, no son entidades separables; son, por el contrario, fenómenos solidarios imposible cada uno de explicarse sin el concurso del otro. Afasia es un título contradictorio y subutilizado[11] para nombrar la desventura de un ser humano que sin apelaciones ni defensas se siente condenado a un silencio incómodo y alienante.

Silencio que con el tiempo, Beverly comienza a derrotar. Meses después, dice ella misma

“Comencé a retener los rostros, pero seguía sin
recordar los nombres…A veces no recordaba ni el
mío propio(pág.19)…
"

“Los nombres se me caen, yo misma estoy cayendo”, como exclamaba Laura Avellaneda en la despedida agónica de su bien amado Martín, Martín…Martín…¿Cómo era?. Creo que Santomé.

Once meses después del accidente aquél, ocurrido cuando conmemoraba los diez años de ese otro accidente aquél. La agnosia para los rostros (propsopoagnosia) estaba cediendo. Ya reconocía, caras familiares. ¡Qué bueno¡ no es agnósica. Reconoce a Harold; ya lo siente menos extraño en la cama. Quizás ella le permita desplazar al osito por las noches y termine así el exilio y el ayuno. Reconoce perfectamente colores, olores, formas y tamaños. A pesar de la buena nueva, el neuropsicólogo no disminuye su optimismo: no te apures Beverly, todavía nos falta. Aún “ no reconoces estímulos simultáneos, eres simultagnósica . Tampoco reconoces tus errores, eres severamente anosognósica”.

¡Uy, una enfermedad presidencial, de alcurnia! pensó sin atreverse a pronunciarlo. No reconoce sus errores, buscará la reelección. Pero reelección de qué carajo. Nadie, distinto de la fatalidad la ha elegido nunca para nada. Quizás por su falta de habla, aplique para un falso positivo. No tiene perfil ministerial.

- Tenemos que superar también la anomia. No encuentras las palabras- continúo el neuropsicólogo. Y así es muy difícil convivir. Tienes que esforzarte. Tu memoria sigue bastante fracturada. Las palabras continúan acomodándose en la punta de la lengua.

Por su parte,

"El médico me gustaba, no me
forzaba a recordar quien era yo. Me lo decía y si
él creía que yo era Bervery Slater, pues bien, yo
lo aceptaba…sobre todo si eso lo hacía feliz.
Beverly Slater, Beverly Slater. Al comienzo pensé
Que se trataba de una sola palabra y la pronunciaba
De corrido: Beverlyslater, pero el hombre llamado
Harold me confundía, pues insistía en
Llamarme Bervery. Si yo era Beverlyslater por qué
Insistía en llamarme Beverly?...Además me daba
Otros nombres que carecían por completo de sentido
Para mí: “Querida”, “Mi amor”, “Mi corazón”. A qué
Se refería? "

Sí. Las palabras. Cómo Sobrevivir sin ellas. ¿Quién podría vivir en un mundo sin palabras que pregunten, sin palabras que respondan. Sin palabras que duden, engañen o prometan. Es urgente que Beverly las reencuentre y descubra las ideas que en ellas se refugian. Ahí estaba en principio su problema.

“Eran muchas las palabras que requerían
Explicación: vacaciones, accidente, hospital,
Aventura. Me había llevado por delante un auto. Un
Auto era una cosa grande y se movía velozmente.(pág.17)"

La anomia[12] y esa afasia semántica avanzada, no le permitían conocer el nombre, ni el significado de las cosas grandes, ni de las pequeñas, feas y arrugadas. Todo lo confundía.

“…todavía llamaba a todo el mundo señorita. Luego
Harold me corrigió y me explicó que algunos eran
Señores, no señoritas. Por un tiempo llamé a todo
el mundo – Hombre o mujer- señor. Las enfermeras
eran señor.”


Había que ganarle el combate al doctor Korsakoff, a su síndrome[13], que la había sentenciado a vivir desmemoriada de recuerdos lejanos y presentes

“Un día una pared se corrió y yo entré. Después se
Cerró y quedé atrapada en una caja. De pronto, la
Caja se movió. Me alarmé. La puerta se volvió a
Abrir y salí corriendo y llevándome a la gente por
Delante. Por fin me encontraron y me llevaron de
Regreso a mi habitación. Una enfermera me mostró la Puerta:
-No, no, Beverly, no debe entrar ahí, es el ascensor…”

En alguna ocasión, hubo alarma general. Médicos y amigos se afanaron porque

“Confundía un gato con una ardilla y a mi nieta con El gato por andar ambos en cuatro patas”.

Éstos son fragmentos inconexos de la historia de Beverly Slater. Una historia real la de Beverly, profesora de geriatría, quien a raíz de aquellas lesiones cerebrales quedara en una precaria situación comunicativa.

Una severa afectación de los procesos de evocación, retención y memoria, magnificada por una ruptura de la unidad SIGNIFICANTE- SIGNIFICADO- SENTIDO, dejan a la protagonista en una conmovedora situación de aislamiento. El problema de Beverly admite, como se ha venido advirtiendo, distintos rótulos médicos y neuropsicológicos de acuerdo con las referencias teóricas a las que se apele: Anomia, Amnesia, síndrome de Korsakoff, afasia acústico-amnésica, afasia amnésica, afasia semántica o “Afasia expresiva y receptiva” denominación genérica e imprecisa con la cual se inaugura la historia clínica de Beverly.

Repitamos una vez más, todos los anteriores membretes esconden la verdadera magnitud del conflicto de la protagonista quien mucho más allá de no encontrarle el nombre adecuado a las cosas, cualidades y procesos de su entorno, tiene que aceptar el hecho de vivir desplazada de sí misma, en una existencia ingenua y silenciosa, alejada de todos los placeres, rodeada del sinsentido, el desconcierto y la melancolía.

La verdad es que la vertiginosa progresión y refinamiento de los apoyos tecno-científicos utilizados en la exploración cerebral, ha patrocinado en los últimos cien años, sucesivas reconceptualizaciones[14] de la estructura y funcionamiento del cerebro y en general de todo el equipo bioneurológico responsable -En la base- de las prácticas comunicativas humanas.

Es innegable. Desde que los antiguos egipcios del 2300 Antes de Cristo explicaron las consecuencias que en el lenguaje y la comunicación tienen y tendrán los que en adelante llamaremos trastornos neurodiscursivos[15] (TND); desde que ellos mismos señalaron que eran producidos por un espíritu o humor posesionados de un cuerpo indefenso, no han escaseado ni los planteamientos ni la controversia acerca del problema. Han escaseado eso sí, las respuestas clarificantes a las cuestiones fundamentales: Discursivamente hablando ¿En qué consisten? ¿Cómo impactan la existencia, la existencia social, la existencia afectiva, la existencia simbólica? Los trastornos neurodiscursivos de todo y de cualquier tipo.

Que no quede duda. En cuanto a la descripción del debilitamiento lingüístico-comunicativo; en lo referente a la comprensión de la ruptura discursiva ocasionada por la lesión; en lo concerniente a la preparación de acciones de evaluación y remediación de los desarreglos lingüísticos producidos, lamentablemente la investigación que proviene de la propia ciencia del lenguaje, no ha mostrado los adelantos que en otros sectores disciplinares son fácilmente visibles. De poco ha servido a los especialistas contemporáneos (curiosamente muy comprometidos con los estudios del discurso) la tradición instaurada por el lingüista y filólogo ruso, Jakobson, quien desde Escandinavia, escapando de los rigores de la ocupación nazi, nos envió en 1941 las primeras conclusiones del funcionamiento discursivo, extraídas del estudio de personas con lesiones cerebrales. Los aportes de Jakobson acerca de las modalidades de pérdida del lenguaje, publicados en su célebre texto “Lenguaje infantil y afasia”, a pesar de su claridad, contundencia, novedad y pertinencia disciplinares, pasaron inexplicablemente inadvertidos para la lingüística del siglo veinte.

Tal vez por ello, las expectativas de explicación y redención del sujeto con TND no son, hoy – 148 años después de que Broca en aquél célebre congreso de antropología, encontrara científicamente la afasia - mejor satisfechas que ayer. Siguen siendo para él, para Beverly, para los escolares colombianos amenazados por un infortunio cerebral, la desilusión y el silencio, los límites de su destino. Mientras tanto las disciplinas y las profesiones comprometidas parecen continuar situando con relación a la merma discursiva, buena parte de su optimismo en soluciones espontáneas y azarosas. Disciplinas y profesiones como la lingüística y la docencia[16], no pueden colocarse con relación a los problemas ejemplificados en Beverly Slater, en una posición de retaguardia. Corresponde a lingüistas y a maestros y con mayor razón a lingüistas- maestros, la tarea de comprender y atenuar con acciones y conceptos propios, la magnitud de tales desventuras.

En qué medida y de qué manera han contribuido la lingüística contemporánea, los estudiosos del discurso, los académicos que tienen en el lenguaje su responsabilidad principal, con la explicación de circunstancias pragmáticas del habla como las de Beverly quien además, de anómica, patosémica, tartajeante e inestructurada, tenía una vocación un tanto desbordada por las inadecuaciones comunicativas, por las palabras socialmente disonantes. Oigámosla de nuevo:

“Disfrutaba de mi lenguaje soez al ver cómo se
Horrorizaba mucha gente”
“En una oportunidad Harold pidió disculpas por mi
Lenguaje y ella (una doctora) rió y declaró que los insultos no
Eran nada raros en los pacientes con traumatismos
Craneanos y que con frecuencia, esos pacientes se
Comportaban de manera exactamente opuesta a su
Personalidad habitual. Según ella un monje despertó
Chillando obscenidades.”

Era frecuente que médicos, enfermeras, familiares, sacerdotes, coordinadores de disciplina y convivencia, fueran alertados sobre su vulgaridad.

“A muchos los preverían para que no se
Escandalizaran con mi lenguaje”

Nueve meses después del accidente, entre dormida escuchó

“Tiene un lenguaje muy condimentado le decía
un médico a otro.
Lo oí y quise saber que era
Condimentado.”

Empezó entonces el juego de asociaciones característico de las personas inteligentes:

Las cosas condimentadas son sabrosas. La comida
Condimentada sabe bien. Es apetitosa.
-y yo soy apetitosa?
-yo diría que si, repuso el médico.
Por fin lo sabía. Me iban a comer. La enfermera que
Me traía la bandeja con la comida, siempre me
Decía:
-coma esto. Es muy sabroso. No le parece
Apetitoso?
Le pregunté a Harold si iban a comerme.”

La señalada procacidad de Beverly, otorgaba a su discurso, un aire de inadecuación curiosa y desafiante. Según premisas de la psicolingüística psicoanalítica, se trata aquí de un discurso que ha logrado liberarse de todas las restricciones conscientes e inconscientes. Del verbo que ha conseguido escapar de la represión que bloquea, de la alienación que prohíbe. Es un discurso convertido en palabra desenfrenada en busca de libertad, en metáfora de un placer escindido.

La lesión cerebral (frontal profunda) había creado en Beverly una ventana para la evasión de contenidos reprimidos; su yo había refundido la eficiencia para el control social y la autocensura pragmática. Una alteración de estructuras neurológicas estaría disparando sin apego a reglamentos externos el acumulado de discursos no pronunciados, sino retenidos o secuestrados en el cuarto oscuro de los DISCURSOS IMPOSIBLES. Así como la metáfora es una forma consciente, una recurrida alternativa intelectual para decir lo indecible, esta afectación cerebral concedería al yo escondido y silenciado, al otro yo, la oportunidad de gozar de un recreo libertario. Por eso los comportamientos infantiles de Beverly, de ahí el goce por el juego, considerado desde afuera, desde el mundo social de los valores adultos, como una actitud vergonzosa. Por eso el retorno de Beverly a la vida descomplicada, a los conversatorios y juegos nocturnos con su “Osito”.

Para el ser humano existen y se activan simultáneamente dos tipos de vertientes discursivas (así lo entendió Freud, así lo aceptaron Breton y los surrealistas). Por un lado, los discursos posibles, los oficiales que no amenazan al establecimiento, que no perturban la seguridad democrática, que no opacan la popularidad de los gobernantes. Ellos, ( los discursos posibles, no los gobernantes) escogen el camino de la comunicación. En ella se materializan. Los discursos posibles están orientados hacia él, hacia ella, hacia mí, hacia el otro, que intercambia con nosotros sus ideas, sentimientos y valores y de quienes esperamos que nuestro discurso los informe, los alegre, o lo consuele.

Los discursos posibles, tienden a ser por definición, restringidos. Asumen cualquier código[17] y cualquier modalidad comunicativa. Sobre ellos no recae sospecha ni acusación alguna de contravención. Son discursos legales que en lo general respetan y no subvierten los predicamentos culturales. Ahora bien, esos discursos posibles (orales, escritos, gestuales, icónicos etc.) tanto para la producción como para la recepción tienen en cada sujeto, según sus experiencias, un grado distinto de elaboración o retraimiento. De manera que a pesar de los impedimentos propios de la cultura y de los que suelen provenir del propio hablante o del código que utiliza, el sujeto puede producir discurso más o menos restringido, más o menos flexible y genuino.

En la otra esquina, en el denominado cuarto oscuro, en el inconsciente, esa porción de la estructura psíquica que según Lacan está estructurada como un lenguaje, como el lenguaje, reposan LOS DISCURSOS IMPOSIBLES: el segundo y más amplio grupo de discursos humanos. Son éstos, los que destacan el verdadero tamaño de la represión. Las circunstancias socioculturales alientan o prohíben el acceso a determinados discursos que deben acallarse y requieren transformarse para no violentar el orden establecido (en algunas culturas a las mujeres y a los niños se les impide algunas formas de discurso, el uso de ciertas estrategias, contacto visual o de ciertas palabras consideradas como adultas y masculinas, por ejemplo).

Los discursos imposibles, lo son también por razones menos generales como represiones psicológicas y experiencias particulares desestimulantes, generadas por la dinámica de la cultura, estas últimas fomentan en el sujeto estados de insatisfacción que tienden reprimirse o a resolverse – sublimarse - por caminos alternativos como el juego, la poesía (El arte en general), los lapsus, los chistes, los olvidos, las manifestaciones corporales de alegría, pesadumbre, angustia, incomodidad, etc. Lo anterior significa que si los discursos posibles tienen, para desplegarse, la comunicación como su canal principal, estos discursos imposibles, manifiestan preferencia por lo que se llamaría canales naturales de EXPRESIÓN. (El cuerpo convertido en gesto, en rubor, en postura…) Por estos canales entra en escena información no dirigida hacia par comunicativo alguno. Aquí, el propio cuerpo es el encargado de decir lo impronunciable. En este punto, parece asomar una paradoja: a medida que los Hombres crecen y avanzan en su socialización, se incrementan los recursos del hablante para enunciar ( conocimiento del código, experiencias, significados), pero al tiempo disminuyen sus posibilidades de proferir discurso genuinamente libre. Es decir, aumentan los discursos imposibles de enunciar. También en la misma medida que el sujeto socializado necesita de canales alternativos de expresión para desfogar sus represiones, éstos canales( cuerpo, juego, arte…) parecen menos disponibles.

Un ejemplo de esa naturalidad deliciosa que resulta de convertir en posible lo imposible, en consciente lo inconsciente, es la escritura automática de los surrealistas y, en cierta medida, los intentos de hacer literatura de lo absurdo. Ellos, como Beverly consiguieron transformar en expresado lo reprimido; en vigilia lo soñado; en público lo privado. Así lo recuerda Beverly:

Un día, una enfermera me dijo:
-venga, Beverly. Se duchará.
Por el tono en que lo dijo, me imaginé que sería
Una nueva aventura maravillosa. Me condujo a un
Cuarto de azulejos blancos. Y allí estaba otra vez
Aquel objeto brillante, ahora en la pared. Me
Detuve frente a él, sin saber a quién pertenecía la
Imagen que tenía ante mis ojos.
-Esa es usted, Beverly – dijo la enfermera – venga
Y mírese.

Entonces, con un entusiasmo contagiante

Me ayudó a quitarme la pijama. Sonreí. Me reí a
Carcajadas. Aquella era yo! Apenas presté atención
A mi rostro. Mi cuerpo me fascinaba.
-Ahora muéstreme cómo es usted, dije.
La enfermera pareció incómoda.
- No tengo tiempo –respondió con repentina
- Brusquedad-. Tengo que bañarla.
Después de salir de la bañera, insistí en
- Permanecer otra vez frente al espejo. Comencé a
- Recorrerme el cuerpo con las manos. Me gustaba”(pág. 32)

Le gustaba el cuerpo. El soporte primario de la palabra. El discurso es en la prehistoria ontogenética, corpo-oralidad, palabra anclada en el cuerpo. Movimiento en el espacio, gesto que emerge de manos declarantes; manos que se agitan encontradamente, posturas, ademanes, maneras charlatanas.

En definitiva, el discurso se encuentra doblemente anclado: al cuerpo que lo reprime y origina y al código que lo organiza y legaliza. El cuerpo, al tiempo, relata placeres y sentimientos censurados.

En este punto, la pregunta es: ¿Qué sucede con el sujeto que debido a una lesión neurológica, queda disminuido o impedido corporalmente para expresar desde sí y para sí sus contenidos más personales? ¿Qué pasa igualmente con el discurso comunicado del mismo sujeto que con ocasión de su cuerpo estigmatizado y doliente ve abreviadas sus posibilidades de fortalecer y/o remplazar una oralidad penalizada también por la lesión neurológica? No nos sorprendería encontrar que aquellos contenidos acallados antes del accidente se desplazaran hacia los significantes lingüísticos conservados.

El estilo “condimentado” de Beverly sería en tal caso, un discurso que ha cambiado su empaquetadura; los contenidos, pertenecientes al campo de los discursos reprimidos e imposibles, habrían pasado del cuerpo al código, “de la carne al verbo” (Anzieu, 1981)[18] siendo producidos con acato a las normas del inconsciente, generosas, sin ataduras, con mucho afán de gratificarse con el placer del escándalo y muy a pesar de los reglamentos rígidos de la comunicación social.

De cualquier forma ya se sabía, “hablar puede significar obtener placer haciendo ruido con la boca” (Gori, 1981). Esa es la idea que nos dejan los niños llamados prelinguísticos cuando se divierten con la magia de su garganta. La vocalización se encuentra aquí como una actividad autoerótica que se verá convertida en narcisista, en el placer de escucharse parlotear y después hablar”… “ Hablar es aquí equivalente a hurgar o agarrar; se trata de un comportamiento de exploración corporal del mundo”. “La narración es ese placer de boca”… “El verbo es entonces aquella parte del cuerpo que atrapa como la boca, capta como los ojos, explora y agarra como la mano, acaricia o lastima el cuerpo del otro”.

La palabra que se moviliza de lo imposible a lo posible, es decir, del plano de la expresión al de la comunicación; o del cuerpo al código, ante el dolor narcisistico de una corporalidad vivenciada como carencia, sería una primera alternativa del sujeto con trastorno neurodiscursivo.

Otra alternativa es que ante la imposibilidad del desplazamiento mencionado, el sujeto tenga que resignarse, o bien, a un discurso inexpresivo, plano, sin señas personales, ingenuo, vacío, desinvestido de su soporte corporal, o bien, a una ausencia de discurso o a un bloqueo discursivo y esto porque:

“No hay comunicación significativa sino por el peso
De carne que la vehiculiza por las zonas erógenas o
Dolorosas del cuerpo de donde proviene, o a las
Cuales apunta, por las vivencias corporales y
Después psíquicas que evoca”(Anzieu, 1981).

En Beverly las experiencias con ese microespacio herido que es el propio cuerpo son reveladoras. El jubilo que siente cuando se reencuentra con él , luego de elaborar las pérdidas fantaseadas y las reales, es similar al gozo del niño que descubre en las imágenes del espejo ,que él, como los otros, tiene un yo corporal estructurado ¡Que alegría, existo! Y ¡que temor desintegrarme! Establece con relación a sí misma una relación ambivalente. Ama su cuerpo porque es un testimonio vivo y además organizado de su existencia amenazada, una prueba real de que esa herida, ese dolor, esa sensación de minusvalía son sentimientos injustificados; pero al tiempo le teme a su desintegración como a la muerte[19].

Señalemos en este momento que la tradición afasiológica, igual que la lingüística ortodoxa, han estado preocupadas exclusivamente por los discursos posibles y dentro de ellos, preferentemente por la oralidad, que es una parcela pequeña del gran territorio discursivo. Esta inclinación por lo oral – y en la oralidad, por lo exclusivamente motor - es una tendencia que a las ciencias y profesiones humanas les ha quedado difícil rebasar. Como consecuencia de ello, áreas comunicativas importantes como la recepción (comprensión) y producción no verbales, han recibido una atención científica y profesional no muy considerada.

Ahora bien, dentro de lo verbal ocurre con frecuencia un nuevo sesgo: es la producción y no la recepción la modalidad que tiene el favor de las ciencias y las profesiones de la comunicación humana. Por su parte, dentro de lo verbal expresivo que incluye a la oralidad y a la escritura, la primera modalidad comunicativa ha canalizado mayores entusiasmos investigativos.
Quisiéramos entender aquí el concepto de discurso de manera abarcadora, como un texto con alma; como palabra con sabor a vida, como gesto con marcas represivas, con huellas inocultables de la alienación. Discurso como conjunto de voces ajenas que me preexisten y hablan por mí, tal y como nos enseñó Kristeva; Discurso como lo intuyó Whitman “Mi discurso no es más que el hermano menor de mis sueños”, es decir, discurso como lucha y extravío; verdad y fantasía, o en una versión más operativa: conjunto complejo de expresiones y comunicaciones de un sujeto pleno en unas coordenadas contextuales precisas. El discurso así concebido, no es un objetivo de quienes estudian hoy el lenguaje con sus dificultades. Cuesta mucho escuchar académicamente la palabra vuelta imagen, transformada en juego que emerge de un Sujeto pleno, es decir, de un ser social con historia, afectos, sueños, intenciones- en ocasiones perversas- con ideas, ideología.

En esta dirección, valga aquí introducir, con la licencia de nuestros colegas lingüistas, una propuesta inicial de tipología discursiva que será mejor desarrollada luego: las variantes que proponemos para el análisis discursivo, son: discurso desplazado (transgresor); bloqueado (fragmentado, desestructurado, elíptico) encuadrado ( Literal, nocional e inmanente) ; adinámico (estereotipado, inintencionado, plano); defensivo ( de réplica, agresivo) y, finalmente confabulado ( sobrecodificado, sobregeneralizado, fantasioso).

Por discurso DESPLAZADO, queremos que se entienda, aquél que como en Beverly ocurre, traslada sus discursos imposibles, reprimidos y privados, a la comunicación desplegada sin que tales discursos queden regulados por las leyes pragmáticas convencionales, quedando incursos en transgresiones e inadecuaciones comunicativas. Es un discurso que sublima y actualiza represiones históricas. Este tipo de discurso, se observa preferentemente en hablantes con lesiones o bajo desarrollo de zonas cerebrales. Pareciera asumir una forma regresiva por su “tono” de irreverencia e ingenuidad infantil.

Con discurso BLOQUEADO, hacemos referencia a las fragmentaciones en lo enunciado y en el enunciado, fragmentaciones que van desde el mutismo permanente o selectivo, hasta la ausencia de los conectores oracionales que encadenan los significantes de la cadena discursiva. De acuerdo con la severidad del desarreglo, la segmentación discursiva enseña ausencia de conexiones lógicas mayores, interoraDUVIER10_@HOTMAIL.COMcionales o simplemente intraoracionales ( artículos, preposiciones). Se trata de un discurso agramático, mínimamente fluido, lleno de baches semánticos, con excesos o defectos estructurales, con redundancias o subextensiones sintácticas, con marcado debilitamiento semántico ( anómico).

Por su parte, el discurso ENCUADRADO o literal, es el que circunscribe el acto de comunicación a las circunstancias más concretas, inmediatas y denotativas. La falta de regulación ideativa surgida generalmente por subdesarrollo o alteraciones de zonas parietales, es uno de los determinantes del encuadre discursivo. Se característica por su inmanencia como reflejo de un pensamiento rígido y apabullado por lo concreto. Pensamiento que no se aventura en complejidades reversibles, que repele el sinsentido, el doble sentido, la argucia discursiva. La tendencia es entonces a la superficialidad, a la producción y recepción literal de los significados. El sentido es aplastado por los significados, el contexto por el texto, la lectura de presupuestos, por la decodificación de lo exclusivamente puesto. Se avisa en este tipo de discurso dificultad severa para ir más allá de las particularidades del instante. Es, en esta medida, el discurso plano de la impersonalidad, de lo externo y contingente. La metáfora, el chiste, la ironía, el dicho popular, el sueño, son manifestaciones discursivas marginadas por el encuadrado. Son placeres imposibles. Ese, pareciera ser el perfil discursivo de la escuela nacional.

Cuando hablamos de discurso ADINÁMICO, deseamos destacar una variante discursiva en la que por pérdida o debilitamiento de la función reguladora del lenguaje interior (por bajos rendimientos prefrontales) se produce una merma considerable en la disposición del sujeto para iniciar, mantener y clausurar tópicos conversacionales. La tendencia a la repetición, al estereotipo, la reducción de intencionalidad y autonomía comunicativas, el apego a la copia, a la imitación servil de palabras, gestos y actitudes (ecolalia, ecopraxia), las perseveraciones motrices y lingüísticas, son señales fuertes en este tipo de discurso. En este caso puede presentarse la forma más severa de bloqueo: El discurso queda encarcelado, muere sin nacer. Es la voz del otro, la que manda.

El discurso DEFENSIVO es, en su base, punzante y narcisístico entonado por un sujeto amenazado, frágil en su seguridad y, seguramente, cercado por el duelo. Rechazo, incomodidad, resistencia y agresión por presiones reales o supuestas, son marcas propias de esta modalidad discursiva. En casos como el de Beverly en el que por el drama personal, el sujeto preferiría mejor la comprensión del otro que el acoso de tantos requerimientos sistemáticos, asoma, a veces para quedarse, un discurso defensivo.

“A veces me sentía como una mariposa clavada con un alfiler… Todo el tiempo me estudiaban y me analizaban”.

Cuando sus urgencias y súplicas son otras:

“Quería seguir siendo un ser adulto…Estaba dispuesta a decir cualquier cosa con tal de parecer parte integrante de su mundo de adultos… Deseaba con desesperación que me trataran como a un adulto”.


Por último, el discurso CONFABULADO, es aquél que desborda con desmesura e inadecuación lo real. Es un discurso con textura psicótica, genial y admirado por sus lógicas propias, pero incapaz por su incongruencia interna para sostenerse comunicativamente. Este discurso es usualmente desordenado en su organización formal, semánticamente sobregeneralizado, exageradamente abstracto y funcionalmente descontextualizado. Es el discurso del sueño, de la locura esquizofrénica y de las personas con lesiones profundas del cerebro especialmente en los lóbulos frontales. De los sujetos con síndrome de Korsakoff.

La confabulación[20] es la estética del esquizofrénico. Es metáfora y originalidad desmesuradas. Es alucinación, es sinsentido, es delirio sistemático. Es fantasía que no se cree, es verbo descarnado. Ya lo decía Jung, confabular es hacer literatura. Todo escritor es en gran medida esquizofrénico, se ha fugado de la realidad y a veces de sí mismo. Nosotros agregamos, todo esquizofrénico es un artista, un escritor potencialmente exitoso. Aquí nuestra sentencia: confabula el escritor talentoso por razones de su oficio, pero también escribe talentosamente el confabulador esquizofrénico por sus circunstancias psicóticas. Queda al estudioso decidir si la exaltación que nos despiertan Virginia Wolf, Kaffka, Artaud, está causada por la magia de escritores con suprema condición confabulatoria o por el efecto que produce en la escritura una mente previamente disociada. Ahí sí, como expresó alguna vez Freud ante el acoso de sus detractores románticos y exageradamente victorianos: “Queda para el futuro decidir si la teoría contiene más delirio del que yo quisiera, o el delirio más verdad de los que otros hallan hoy creíble”[21]

[22]Más allá de sus barreras comprensivas y también por ellas, Beverly, presenta un discurso marcadamente desplazado, significativamente bloqueado y funcionalmente defensivo. Perfil discursivo que la presiona para ver que su esposo con quien compartió diez años de su vida y en su cama, es más extraño y menos necesario que su oso de peluche. Perfil que también le obstruye sus intercambios comunicativos cotidianos, la muestra insidiosa, desafiante y natural.

Para terminar ahora sí. es necesario insistir en que la persona que desmejora su actividad comunicativa no sólo está diezmada en su musculatura bucofonatoria. Se requiere reconocer que el operador de la lengua es además de ser biológico, un individuo con aspiraciones libertarias, y al mismo tiempo un sujeto atado, producto y productor de discursos y de cultura. También el humano afrentado por un trastorno neurodiscursivo, tiene una existencia no garantizada exclusivamente por la biología. En definitiva, el sujeto no llega a serlo

“por unas experiencias singulares, ni por su desarrollo autónomo, ni por la maduración neurológica, ni por el despliegue de una libertad esencial, sino que está constituido como tal a partir de requerimientos emitidos por la estructura social y ejecutado por las instituciones”.
Así que

“Con todo el saber que puede alcanzarse sobre el funcionamiento nervioso, con todo lo útil que es, con todo lo necesario que es ese saber en el campo de la biología, no hace y no puede hacer avanzar el conocimiento de la determinación de la conciencia”.
(Braunstein)

Porque como dice Octavio Paz,

“Para que pueda ser, he de ser otro, salir de mí.
Buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia”.



NOTAS:
[1] Este texto corresponde a la ponencia- relato escrita a dos voces que con el mismo título
leyeron los autores en la semana del lenguaje, abril, 2009, en la Universidad Distrital. Para no alterar ni el ritmo, ni el tono del documento, aquí se omite la segunda voz. En su lugar, se adicionan (en pie de página) aclaraciones conceptuales, soportes teóricos y referencias bibliográficas que fueron, por los mismos motivos, omitidos en la lectura.
[2] Los planteamientos aquí consignados emergen y tienen respaldo en un condominio transdisciplinar en el que se destacan la lingüística discursiva ( Benveniste),la psicolingüística psicoanalítica ( Anzieu, Gelb, Gibelo, Braunstein), El psicoanálisis lingüístico-estructuralista ( Lacan), La lingüística cognitiva (Lakoff, Fodor, Langacker) la neurolingüística rusa, el materialismo histórico y el semanàlisis ( Kristeva, Pecheaux)
[3] Psicólogo, Licenciado en Lingüística y Literatura. Docente Universidad Distrital.
[4] Maestra en formación del Proyecto curricular Licenciatura en Educación básica con énfasis en Humanidades y Lengua Castellana. Universidad Distrital. Grupo SIGNUM aula abierta.
[5] Slater, Beverly, Y Leighton, Frances. Un extraño en mi cama, Bogotá, Círculo de Lectores,1984. A esa edición corresponden todas las citas que en adelante sobre ese texto se hagan.
[6] Tradicionalmente, el cerebro derecho ha sido relacionado con tareas no verbales. El dibujo, la apreciación musical, la producción y recepción significativas de gestos, la intuición, la imaginación y, en general, la creatividad, se conciben como actividades reguladas por el hemisferio cerebral derecho. El lóbulo frontal derecho participa con decisión en el control de las acciones. Por su parte, al lóbulo occipital izquierdo, se le atribuye un papel principal en la elaboración de imágenes, especialmente las que tienen contenido verbal.
[7] Concepto enunciado por Lazarus y Stheintal en 1825 y traido a la discusión ciéntifica por Vigostky, Luria y Siguan. El lenguaje interior son las órdenes verbales silenciosas ( esquemas verbales de mando) que el hablante se formula con el triple fin de controlar las acciones ( función reguladora), estructurarlas ( función predicativa) y comprenderlas ( función ideativa).Ver: Moreno,J. El lenguaje interior en el ámbito del desarrollo de las competencias comunicativas. En: Revista Interacción, Universidad Libre, Bogotá, 2004.
[8] Por afasia se entiende la afectación del lenguaje con ocasión de una lesión cerebral. “Pérdida o trastorno de la capacidad del habla debida a una lesión en las áreas del lenguaje de la corteza cerebral”, Según el diccionario de la Real Academia española .de la lengua.

[9] En innumerables ocasiones, el habla se mantiene inalterada en fluidez y adecuación, mientras que la escucha, la escritura, el dibujo y el gesto se perturban. En la investigación neurolingüística ya no sorprende encontrar lesionados cerebrales inhabilitados totalmente para la escritura, pero eficientes en tareas lectoras y también viceversa ( Alexia sin agrafia y agrafia sin alexia)
[10] Aquí le apostamos todo al lenguaje como máquina simbólica encargada en el humano del procesamiento sígnico. Máquina que – proponemos- está constituida por cuatro módulos complementarios: Análisis-síntesis, significación primaria, relación e inferencia. Estos módulos son el sustrato natural de la vida humana, el bastión de la existencia discursiva. Tal y como lo hemos presentado en Moreno,J. Pensamiento , lenguaje y comunicación, Bogotá, Signum, 1994.
[11] Contradictorio, subutilizado y subextentido. Se refiere exclusivamente ( Desde Broca, Jackson Y Freud, hasta, Luria, Caramazza, y Kertess,) a las pérdidas de la palabra, manifiestas especialmente en la actividad de habla. Las dificultades no verbales, están, desde el principio excluidas de la afasia. Se inscriben en lo que neuropsicológicamente se ha llamado apraxias, agnosias, amusias, asimbólias…
[12] La anomia es la dificultad para producir nombres (sustantivos) debido a lesiones cerebrales posteriores, temporo-parietales.Se conoce también como afasia acústica-amnésica (Luria, 2000), o como el fenómeno” de la punta de la lengua”. Se opone a la averbia, o incapacidad de producir verbos ocurrida en lesiones anteriores frontales ( premotoras) generalmente izquierdas.
[13] El síndrome de Korsakoff , es una consecuencia de lesiones cerebrales parietales o posteriores ( Área de wernicke. Se caracteriza por una fuerte amnesia ( anterógrada y retrógrada ) , estados de confusión extrema, cambios notorios en la personalidad.
[14] El cerebro ha sido entendido en distintos tiempos como un sistema de poleas, como una central hidroeléctrica que distribuye líquidos, como una red telefónica con cables que se juntan o repelen, como un sistema computarizado. Todo ello en dependencia de los paradigmas dominantes de la física. Ver: Luria, A. El cerebro y el psiquismo. Martínez Roca, Madrid, 1986.
[15] T.N.D. significa extensivamente, cualquier degradación en las habilidades para emitir o recibir textos orales, escritos, gestuales, icónicos, etc. ocasionada por un problema neurológico. Dentro de la categoría de T.N.D. tienen cabida entonces todos los tipos de incomprensiones y rupturas en la producción discursiva que tienen la causa señalada, independientemente del código (Verbal o no verbal) en el que se encuentren...En este sentido, el concepto incluye las denominaciones desarrolladas por la neuropsicología tradicional de agnosia ( problemas de reconocimiento,) apraxia ( dificultades para la realización de tareas que implican movimientos simbólicos), amnesia ( trastornos en los procesos de evocación , retención y recuerdo) y afasias (complicaciones en la comunicación verbal)

[16] Por la progresiva presencia de barreras que obstaculizan el aprendizaje escolar debido a alas circunstancias especiales de nuestra sociedad,, el sistema educativo colombiano tiene la urgencia ética de prepararse para tal situación. Se estima que casi el treinta por ciento de la población escolar, presenta algún tipo de conflicto o vulnerabilidad: sensorial, cognitiva, afectiva, social o neurodiscursiva. Casi todas ellas impactan el lenguaje.
[17] El concepto de código bien afincado en la tradición lingüística hace referencia al conjunto organizado (sistema) de signos, que existen por fuera y desde antes del sujeto que lo usa; por lo tanto, las nociones de códigos elaborados y restringidos, que sugieren que el código (en sí) es elaborado, versátil, flexible o , por el contrario limitado y rígido, se remplazan aquí por los conceptos de discursos elaborados y restringidos, porque creemos que es el sujeto dentro de los márgenes de autonomía que puede disfrutar, quien elabora o recorta en su discurso, las posibilidades del código.

[18] Ver, Anzieu, D. Psicoanálisis y lenguaje. Kapeluz, México, 1992.
[19] Alegría por descubrirse unificado y miedo por la posibilidad de perder esa unidad. Tal ambivalencia fue descrita por Lacan con el nombre de Fase del espejo. El niño juega ante el espejo, aparece y desaparece (Nace y muere). Verifica su unidad, la goza e imagina , padeciendo, su desaparición.
[20]
[21] Freud, Sigmund. Obras completas. Buenos Aires, Amorrortu, 1980.
[22] En clínica psiquiátrica las confabulaciones, son trasposiciones de sucesos en el espacio y en el tiempo. Es elaboración de historias fantasiosas para suplir los vacíos de algunas pérdidas. Se parece y simultáneamente se diferencia de la mentira: Es una “mentira honesta” en la que el confabulador no tiene intenciones conscientes de engañar. La historia, es su verdad.

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